Un Poco de Historia Torcuatense
Un Poco de Historia Torcuatense
Estando en ejercicio de la Presidencia de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear pidió al Consejo Deliberante del partido de Las Conchas que creara el pueblo de Don Torcuato. Para ello, el propio Alvear donó una fracción de terreno de 40 hectáreas de las tierras que pertenecieron a Don Torcuato de Alvear, su padre.
Durante 1928 la nueva villa fue tomando forma cuando se realizó un gran remate de tierras con la venta de 1144 lotes y 118 quintas, que en su mayoría fueron destinadas para el descanso familiar.
Otro detalle que marcó la fisonomía del lugar fue la traza y magnífica extensión del Campo de Golf de Don Torcuato, alrededor del cual se situaron muchas de las nuevas construcciones, y que se ubicó en un predio de 100 hectáreas cedidas también por los Alvear, en este caso a los ferrocarriles ingleses. Don Torcuato primero fue estación de tren, inaugurada en 1910. Precisamente, alrededor de la actividad ferroviaria fue conformándose un incipiente núcleo humano, básicamente dedicado a la labor del campo que luego dio la bienvenida al nuevo pueblo.
En 1938, los integrantes de la comisión fundadora del Hindú Club, un grupo de estudiantes lasallanos, compraron las tierras del Campo de Golf a los ferrocarriles y establecieron la sede de la institución, hoy una de las entidades deportivas con mayor tradición que cuenta con una importante infraestructura deportiva y social. Esto significó un impulso notable para el pueblo, ya que se convirtió en una de las principales fuentes de trabajo para los habitantes del lugar, al tiempo que sus alrededores crecieron en su carácter residencial de regias características.
En 1946, se inauguró Aircom S.A., Aeródromo Don Torcuato, terminal que en la década del sesenta se convirtió en el primer Aeropuerto Internacional Privado que tuvo el país, siendo el segundo en movimiento de aeronaves, detrás del metropolitano. En Enero de 2006, la empresa propietaria anuncia su cierre a la actividad aerocomercial, para desarrollar en sus terrenos un barrio privado con viviendas, centro comercial y hotelería. .
Durante los primeros años de la década del sesenta, la construcción de la autopista Panamericana significó otro motor de desarrollo de la zona, aunque para quienes defendían la apacibilidad de estos parajes marcó el fin de la condición de semi aislamiento que consideraban ideal. Para otros fue el paso definitivo hacia un necesario proceso de desarrollo e integración.
El crecimiento que siguió, llevó a las autoridades provinciales a conferirle a Don Torcuato el status de ciudad en Septiembre de 1974. En ese momento contaba con una población de aproximadamente 70.000 habitantes, manteniendo su característica de refugio para el descanso combinada con las actividades productivas y comerciales de su gente. Don Torcuato ha ido adaptando su perfil quintero por uno nuevo más citadino, pero que no pierde su encanto tradicional.
Los vecinos más antiguos del lugar sostienen que la esencia de pueblo aún se respira en este centro urbano que hoy cuenta con 100.000 habitantes y que ha sabido diversificar sus actividades a tono con los tiempos que corren.
La construcción de barrios cerrados tuvo su explosión en la década del noventa, y a ella contribuyeron la ampliación de la ruta 202 y la renovación de la autopista Panamericana.
Las zonas de quintas se han ido transformando, apareciendo barrios cerrados en distintos puntos de la localidad.
Una de las primeras zonas donde se desarrolló un sistema de barrio cerrado, pero que no tiene el trazado ni el funcionamiento de dichos barrios, es el que se conoce como Barrio Hindú, en su extensión rodea la cancha de golf del Hindú Club, cuenta con límites bien definidos, tiene seguridad y se accede allí por una única entrada.
Para los moradores de estas y otras urbanizaciones, Don Torcuato ofrece comodidades y servicios de muy buen nivel. Desde la Autopista Panamericana hace del acceso y salida de las familias una operación rápida y sencilla. La oferta educativa es excelente tanto de la gestión estatal como en la privada. Se suma a la oferta torcuatense 2 sucursales bancarias, una de la banca pública y otra privada, además de una variada propuesta comercial que completan un esquema en el que se combinan la tranquilidad y los servicios.
Acontecimientos de Importancia
Por acta de nacimiento se da como fundación de Don Torcuato el día 13 de Noviembre de 1927, aprobándose una Ordenanza firmada por Oscar Milberg (presidente de la Comuna) y Juan Carlos Bernasconi (Secretario). Esto se efectúa en homenaje al primer Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, Don Torcuato de Alvear.
Dentro de la historia de esta localidad sobresale «El Molino» (ya demolido) y el antiguo «Palomar de Bancalari» fundado por Don Miguel Bancalari -quien falleció en 1893-casado con Rosalía Rissoto, quienes tuvieron dos hijos: Augusto y Horacio.
El Molino harinero, cerca del Río Reconquista, con el tiempo pasó a ser una cabina de señales del ferrocarril, en 1931 se inaugura la ruta 202 colocándose barreras para la parada ferroviaria «Bancalari».
Se recuerdo como el primer poblador de la zona de Don Torcuato al Sr. Teófilo Arricau, procedente de Los Polvorines, siendo su actividad principal el tambo. Don Teófilo falleció el 7 de Diciembre de 1939 a los 70 años de edad, su sepelio se realizó en la ciudad de San Miguel, encabezando el cortejo el ex-Presidente de la República Marcelo Torcuato de Alvear.
El primer delegado municipal de Don Torcuato fue el Sr. Dn. Juan Pedro Echeverría, designado el 3 de Noviembre de 1927, en la misma fecha se inauguró el primer Destacamento Policial a cargo del agente Sixto Carrizo. El 22 de Agosto de 1927 se inaugura la primera escuela pública de enseñanza primaria, la Número 42 –así recordada por los vecinos-. El siete de Agosto 1937, Vialidad Nacional inaugura el camino que une General Pacheco con Don Torcuato -hoy Avenida Boulogne Sur Mer-.
Don Torcuato luce con orgullo uno de los clubes más importantes de América: el «Hindú Club», el cual posee un edificio central con 10 pisos de alto y numerosas instalaciones deportivas, destacándose su campo de golf y el rugby.
En esta localidad en 1940 se asentaron los estudios cinematográficos «Baires» -el actual barrio lleva su nombre- fundado por Eduardo Bedoya, filmándose en ellos importantes películas, famosas no sólo en nuestro país sino también en América Latina. Un año después, el 12 de Septiembre de 1941, el A.C.A. (Automóvil Club Argentino) funda su estación de Auxilios Número 32 «Don Torcuato». El día 23 de Marzo de 1942 a las 23:23 hs. falleció en Don Torcuato el Dr. Marcelo Torcuato de Alvear.
Por la ley 8.215 decreto 6.244, se declara Ciudad a la localidad de Don Torcuato el 18 de Setiembre de 1974.
Marcelo Torcuato de Alvear (1968-1942)
Marcelo Torcuato de Alvear nació en Buenos Aires el 4 de octubre en 1868. Era el menor de siete hermanos. Su abuelo, el General Carlos María de Alvear, había sido Director Supremo de las Provincias Unidas, Comandante de las tropas nacionales en la guerra contra brasil y representante argentino en Washington durante la época de Rosas. Su padre fue Torcuato de Alvear, primer intendente municipal de la Ciudad de Buenos Aires y su madre fue Elvira, hija del General Ángel Pacheco, militar destacado de la independencia argentina.
En 1886 ingresa a la Facultad de Derecho de Buenos Aires con el objetivo de recibirse de abogado. Para el Dr. Félix Luna, según lo escrito en su libro ‘Alvear’, Marcelo durante su época de estudiante universitario se veía como: «… un joven de buena talla, espigado, rostro ovalado, enmarcado por una suave barba (…) un rostro dulce y sin firmeza. Gozaba del prestigio de su apellido y una pequeña fama de chico discreto y divertido. Un buen compañero, un leal amigo. (…) Un ‘pollo’ como se decía entonces.» En 1891 obtiene su diploma, un año después del fallecimiento de su padre.
Participó en la Revolución del Parque (1890) y fue uno de los firmantes del manifiesto del 2 de junio de 1891 que funda la Unión Cívica Radical. Formó parte del comité organizador de la revolución radical de 1893.
Sus primeros pasos políticos los dio junto a Leandro Nicéforo Alem, quien lo eligiera como secretario cuando apenas había cumplido su mayoría de edad y luego con Hipólito Yrigoyen, quien presidía el Comité Radical de la Provincia de Buenos Aires, allá por el año 1893.
A los 25 años tuvo acceso a su primer cargo oficial: Ministro de Obras Públicas con asiento en la ciudad de La Plata. Después vino la frustrada revuelta radical por lo cual las actividades políticas quedaron muy limitadas. En 1895 fallece Doña Elvira Pacheco, su mamá. Esta muerte significó para Marcelo una gran tristeza que, sumada al suicidio de Alem y a la falta de ejercicio político, provocó en el futuro fundador de la ciudad de Don Torcuato, un sentimiento de profunda soledad. En contraposición a esto, aquel joven de 28 años, se había transformado en uno de los hombres más ricos del país: a la fortuna heredada de su papá, ahora se le sumaba la de su madre. Y en 1905, engrosó la lista de sus posesiones en la Argentina, la herencia de su hermano Ángel (casado con María Unzué) quien le dejó gran parte de lo que hoy es la ciudad de Don Torcuato.
En 1899 había conocido en Buenos Aires a una cantante lírica, Regina Pacini, con quien contrajo matrimonio un 29 de abril de 1907, en la ciudad de Lisboa. Marcelo le regaló el palacio de Coeur Volant, ubicado en una villa cercana a París y allí vivieron por más de 25 años, regresando de vez en cuando a Buenos Aires por temas ligados al quehacer político. En 1912 obtiene su primer cargo electivo: con la aprobación de la ley Saenz Peña, Marcelo es elegido diputado por el Partido Popular, distinguiéndose de inmediato por su brillante acción parlamentaria, siendo el que propuso, entre otros, el proyecto de ley sobre la organización del ejército y de casas baratas. Al terminar su mandato fue reelecto, pero poco después renunció a su banca para ocupar la delegación argentina en París. Fue en su residencia de Coeur Volant donde recibió la noticia de que en los comicios del 2 de abril de 1922, que lo postulaban como primer mandatario, había triunfado la fórmula del Partido Radical Marcelo T. de Alvear- Elpidio González. En consecuencia viajó a Buenos Aires para ocupar el sillón presidencial hasta 1928.
La acción política de este período presidencial se caracterizó por un espíritu de conciliación y respeto a todas las opiniones. Fue un gobernante prudente que no se inclinó al caudillismo. Su subida al poder coincidió con el término de la crisis mundial de posguerra. Se sancionaron algunas leyes de previsión social, como jubilaciones de bancarios y maestros, fue reglamentado el trabajo de las mujeres y menores, se estableció el pago de los salarios en moneda nacional y no en vales. Se creó la Dirección de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, a cuyo cargo fue puesto el Ingeniero Enrique Mosconi, que desarrolló una gran labor. Hizo declarar feriado el 1º de mayo como Día del Trabajador. Renovó la Marina de guerra y se instaló la base de submarinos en Mar del Plata. En 1926 se estableció la Fábrica Militar de aviones en Córdoba. Se construyeron las destilerías de petróleo de La Plata y se comenzaron a construir los edificios de Hacienda, Obras Públicas, Guerra y Marina y del Banco Nación, en Plaza de Mayo. Fue una época de intenso movimiento inmigratorio y las artes recibieron amplia protección. Durante su gobierno, Buenos Aires fue un centro de atracción internacional. Llegaron al país de visita y en misión cultural hombres de ciencia como Albert Einstein, personalidades políticas como el príncipe Humberto de Saboya y el Príncipe de Gales, entre otros, y escritores como Luigi Pirandello y Keyserling, entre otros. A pesar del mejoramiento de la economía y las finanzas, el déficit económico, que se arrastraba de gestiones anteriores, no pudo ser disminuido.
Posteriormente, bajo el gobierno de Uriburu tuvo que exiliarse y, al regresar a su país en 1932, reanudó sus actividades políticas motivo por el cual fue detenido y deportado por el gobierno del general Agustín P. Justo. Candidato en las elecciones presidenciales de 1937, fue derrotado.
Durante la década del ’30, Alvear y su Señora esposa doña Regina Paccini, cantante Lírica –Soprano ligero-, se radicaron en el país en forma definitiva, el matrimonio eligió para vivir la Capital Federal y, cuando llegaba el verano, se trasladaban a Mar del Plata.
En 1941 hacen construir la quinta ‘La Elvira’, en la ciudad de Don Torcuato. Para ese entonces Don Marcelo ya no se encontraba bien de salud. Es en este momento cuando decidieron mudarse, para descansar, al pueblo que él mismo fundara en el año 1927, durante su presidencia.
Lamentablemente sólo pudo disfrutar unos pocos días de su estancia en la quinta. Murió un 23 de marzo de 1942, a los 74 años. Su esposa continuó viviendo en ‘La Elvira’ hasta su fallecimiento en 1965.
Compañera incondicional de su esposo, doña Regina Paccini de Alvear, antes había brillado en las tablas del mundo. A los dieciséis años tenía una voz de cristal. Su carrera fue imparable y conquistó todos los baluartes de la lírica: se rindieron al hechizo de su voz el Liceo de Barcelona, la Scala de Milán, la Opera de París. En el Covent Garden de Londres cantó Lucía de Lammermoor con Enrico Caruso. Aunque no fuera muy agraciada, quisieron casarse con ella millonarios y militares rusos, polacos, suecos. A todos les dijo que no, porque quería dedicarse a su carrera, y lo hizo. También cantó junto a Pablo Sarasate, Scotti y Pini Corsi.
Doña Regina Paccini de Alvear fundó la Casa del Teatro, ubicada en la Av. Santa Fe al 1200 de Capital Federal, que fue donada íntegramente por ella para que la gente de la escena tuviera un lugar seguro donde concluir sus días. En el año 1927 se fundó y constituyó la primera comisión directiva, entre los que se encontraba Florencio Parravicini (amigo de Alvear) y de la cual Regina fue Presidenta Honoraria. La inauguración oficial tuvo lugar el 4 de enero de 1938. Actualmente sigue en funcionamiento como así también su sala teatral que lleva el nombre de la fundadora.
Su última preocupación fue el destino del archivo personal de su esposo. Hoy está en manos de la Universidad Di Tella (archivado y cuidado en forma minuciosa), gracias a la intervención del ex-secretario de Alvear, Guillermo D’Andrea Mohr. Para Regina Pacini de Alvear, aquella portuguesa privilegiada con el don del canto, su vida artística se sintetizó en un comentario que hizo cuando aún vivía en Don Torcuato, allá por 1953. «¿Por qué la música agrada a todos? Porque sabe reír con los que están alegres y llorar con los que están tristes».